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El amarre perfecto

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26/06/2019

Siempre he pensado que las personas no nacen sabiendo las cosas. Por ejemplo, un bebe al nacer no sabe cuál será su comida favorita. No sabe qué color le gustará mucho más que los demás. No sabe si preferirá la ropa deportiva o la ropa casual. Tampoco sabe cuáles serán sus preferencias sexuales ni si llevará estas hasta las últimas consecuencias. Por supuesto que las personas nacen con una predisposición natural para ciertas cosas pero algunas, como yo, que amamos los amarres, aprendemos en el camino.

No siempre amé el arte de amarrar, ser amarrada y hacer nudos. El increíble arte del bondage. Todo fue una cadena de sucesos que me llevaron a ir, lentamente, a amar este arte y a usarlo como el mejor aderezo para hacer el sexo algo extraordinario.

En principio, nunca estuve del todo segura sobre si me gustaban más los hombres o las mujeres y nunca he querido sentirme obligada a elegir. Estoy consciente de que existen algunas personas que tienen una predisposición natural para un sexo o el otro, pero yo no. Simplemente me gustaban ambos y no quería tomar una decisión. Por lo tanto, tenía lo mejor de ambos mundos, hombres y mujeres. Sobre todo una chica a la que frecuentaba de vez en cuando, me enseñaba lo mejor del sexo. Ella no se detenía simplemente en un sexo aburrido y básico, quería llevar todo al nivel más alto. Además de su amplio catálogo de juguetes, era fanática de los amarres.

Me gustaba estar con ella mucho más que con el resto, puesto que en la intimidad con ella me encontraba con una persona totalmente desinhibida, una chica siempre abierta a las nuevas experiencias pero con un excelente entrenamiento previo. Lo que no sabía lo aprendí con ella. Esa chica disfrutaba de hacerme suya, manejarme, convertirme en un objeto de placer. A cambio, ella me hacía perder totalmente el control.me llevaba a la estratosfera y me traía de vuelta en segundos, porque era una maestra en lo que al sexo se refiere. Fue ella quien me introdujo en el increíble mundo del bondage, de los amarres.

Sucedió que mientras no besábamos y nos toqueteábamos, me pido que me colocara boca abajo. Yo pensaba que pensaba hacerme un cunnilingus en esa posición, que era una de sus favoritas. Pero en vez de eso, sentía que mis extremidades eran amarradas, tomadas. Me había inmovilizado con una cruz de San Andrés, un bondage set en cruz de bad kitty. Un amarre sencillo, lo que para mí hoy día no sería algo especial. Pero en aquel momento, me hizo desesperar. La desesperación junto con la lengua de aquella chica, me llevaron a un punto de placer que jamás imaginé alcanzar. Era estar amarrada, inmovilizada, sin poder defenderme lo que me llevó a sentir que debía dejarme ir por completo, abandonarme al placer que en ese momento recorría cada pedacito de mi cuerpo.

Luego de esa primera vez, quise que ahondáramos en los amarres, en el bondage. No nací con una predisposición natural, cuando era pequeña no sabía que me gustarían tanto, pero aquella chica y su amarre de cruz de san Andrés de bad kitty me hicieron amarlo.