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La maleta rosa

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14/07/2019

Me había casado a los 20 años y por aquel entonces el sexo era diario e increíble, no parábamos de follar en cada sitio posible. En resumen, el placer era constante y abundante. Sin embargo, luego de la primera década de matrimonio, comencé a aburrirme de lo mismo siempre. Me había leído el kamasutra entero tantas veces, habíamos intentado follar en posiciones extravagantes y curiosas, pero nunca había subido al siguiente nivel… Hasta que el día de nuestro aniversario número 12, cuando mi esposo llegó a casa con una maleta rosa.

                  “Si es una colección de tazas, voy a matarte” dije riéndome a carcajadas, “Sabes que eso de beber té no es cosa mía, lo mío es cubata, vinito y follar”. “Ábrelo” dijo emocionado “Creo que te encantará”.

                  Tomé asiento en la cama y lo abrí esperando encontrar platos finos o una colección de cuchillos hechos de plata, pero para mí sorpresa, era todo menos eso. Mi cara de estupefacción hizo que mi esposo comenzara a reír a carcajadas. “Te presento el maletín rosa de Lelo, no es una colección de tazas, es para follar” dijo orgulloso, “Esta es su versión de aniversario, es muy caro y exclusivo, sus piezas están hechas con el más fino material, además de estar recubiertas de oro de 18 quilates, en resumen lo mejor para la mejor”.

                  “Madre mía, que fino luce todo” dije impresionada, “¿Cuándo lo probamos?”. “¿Para qué esperar?” dijo él “Vamos a follar con esto ahora mismo”.

                  Había tantas cosas que era difícil saber por dónde comenzar. Era un maletín completo para cada ocasión. Sentía que si hacía uso de todos los juguetes e implementos, terminaría desmayada en el suelo de la habitación. Pero también deseaba follar ahí mismo con él. Me desvestí, tomé uno de los dildos, abrí mis piernas y comencé a jugar frente a la mirada hambrienta de mi marido.

                  Por primera vez en mucho tiempo me sentía sumamente excitada. Disfrutaba esa mirada de deseo con la que mi hombre me recompensaba al verme darme placer con ese dildo tan hermoso, tan delicadamente hecho. Dos piezas finamente hechas, una generándose placer con otras. Cuando la saliva comenzó a rodar por la comisura de sus labios, como un perro hambriento, tomó las esposas y me amarró de la cama, dispuesto a follar como un animal. Pero antes debía devorarme, así que me abrió las piernas para engullirme.

 

                  Duró un rato, disfrutándome como si de un fino bocado se tratara. Luego se levantó, cogió el antifaz y me lo colocó. “Quiero que no puedas ver lo que te haré” me dijo entre jadeos “Quiero que sientas la zozobra de qué te haré”. “Hazme tuya…” fue lo que pude responder. Con decisión me abrió las piernas y entró en mí. Al follar, sentía como de a momentos me levantaba las piernas hacia arriba para poder jugar con ellas, golpeándome, acariciándome. Usando los implementos de la caja para jugar conmigo como si yo fuera su juguete. Yo no podía ver nada, no sabía que esperar, no sabía qué me haría.

Solo tenía algo seguro, esa caja nos había devuelto el gusto y el deseo de follar.