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Relato erótico - Placer a escondidas con un juguete sexual

Huevos.jpg
08/11/2019

Dana suspiró con cansancio luego de pulsar la última tecla del día. Miró el reloj grande que se encontraba frente a ella en una pared de la oficina. Había empezado su fin de semana. Lentamente recogió las cosas de su escritorio y se levantó para dirigirse al piso que compartía junto con otra chica. Caminó unas calles para coger el metro, soportó el viaje con los cascos puestos. Cuando abrió la puerta del piso, se dio cuenta de que estaba completamente sola. Su compañera no estaba y el piso estaba en total silencio. Dana chequeó su móvil, pensando que ignoraría todas esas invitaciones a tomar algo junto con todas notificaciones de tinder. Ella quería aprovechar al máximo esa soledad y solo había una forma de hacerlo: darse placer a si misma con su juguete sexual favorito.

            En estos ritmos de vida tan acelerados que llevamos, se nos hace difícil notar que siempre estamos rodeados de personas. Aunque a la mayoría de las veces quienes nos rodean no tienen nada que ver con nosotros, se mantienen ahí. Son como una presencia vigilante. Solo cuando te encuentras en una soledad completa puedes tener tiempo para dedicarte a ti. María, la compañera de piso de Dana, como tenía algo de tiempo en el paro. No abandonaba el piso casi nunca. Esto le dejaba muy poco tiempo a Dana para disfrutar de sí misma, de su soledad y de su cuerpo.  Prácticamente solo con esporádicos toqueteos durante la ducha. Pero ese viernes, como un regalo del destino, ella se encontraba completamente sola en su piso. Podía hacer todo el ruido que quisiese, abriéndose de piernas sobre el sofá, Podía penetrarse con sus dedos firmes. Y podía agasajar su clítoris con las vibraciones de su juguete sexual favorito.

            Lo primero que hizo Dana fue dejar la llave dentro de la cerradura. En caso de que roomate intentara abrir, se encontrara con ese obstáculo. Funcionando además como una advertencia porque de empujar la llave con la suya, esta caería al piso. Eso le daría a Dana el suficiente tiempo para correr al baño, donde dejaría su ropa puesta. Había adrenalina en esa sesión que estaba comenzando y el miedo a ser descubierta ponía a tope a Dana. Luego de disponer todo, se acostó en sofá de cuero negro a acariciar su propio cuerpo con suavidad: con la mano derecha rozaba su propia piel y con la mano izquierda, donde tenía el juguete sexual, proporcionaba deliciosas vibraciones leves que embriagaban sus sentidos.

            Un huevo vibrador G3, pequeño y manejable, su juguete sexual favorito, haciendo vibrar la suave piel de Dana mientras ella misma se tocaba, se relamía, se frotaba y arqueaba la espalda. Pero aun no llegaba al punto deseado. Recorrió su cuerpo, desde el cuello a las rodillas, haciendo hincapié en las zonas más erógenas y solo cuando se sentía a punto de sucumbir, posó el vibrador sobre su clítoris e introdujo un par de dedos confidentes en su coño.

            Se penetró a si misma con violencia mientras la vibración del juguete sexual la elevaba a lugar donde no llegaba en semanas. Sus ojos parecían a punto de salirse de sus órbitas y sus gemidos desgarradores penetraban el aire quizás con tanta violencia como se penetraba ella misma. El orgasmo fue tan hondo que pasaron varios minutos antes que pudiera volver a tener consciencia de sí misma, colocada en el placer.

            El sonido de la llave cayendo al suelo la trajo de nuevo a la tierra. Cogió su juguete sexual y la toalla que había puesto debajo y corrió al baño, encerrándose para vestirse mientras escuchaba a María entrar. Mientras se vestía con el corazón acelerado, Dana se miró en el espejo del baño, interiorizando el excelente orgasmo que había tenido. Se sonrió a sí misma, con el rostro más brillante que nunca, y salió a charla con su roomate, como si nada hubiera pasado.